domingo, 18 de septiembre de 2011

Isis sin velo

Se abre la flor, se marchita y muere; pero deja tras sí el aroma que perdura en el ambiente cuando ya sus pétalos están hechos polvo.  Nuestros sentidos corporales no lo advierten y sin embargo existe. 
El eco de la nota emitida por un instrumento perdura eternamente. Jamás se extingue por completo la  vibración de las  invisibles ondas del mar sin orillas del espacio. Siempre viven las  energías  transportadas del mundo de la materia al mundo del espíritu. 

Y el hombre, preguntamos nosotros, el hombre, entidad que vive, piensa y razona, la divinidad  residente en la  obra maestra de la  naturaleza, ¿habría de abandonar su  estuche para no vivir jamás?

-Helena Petrovna

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