Hace unos días fue cumpleaños de mi sobrina quien se acercó a mí para que le hiciera comprender el mecanismo de funcionamiento de su candado, única seguridad y protección de sus más íntimos pensamientos frente a las malas intenciones de sus dos hermanos de leer sus memorias y burlarse de ello. Y yo le comentaba a mi prima que nunca usé los diarios que de niña me regalaban más que como un cuaderno más, un compilatorio de hojas, y ella me mencionó algo curioso, que ella tampoco había sido adepta a ello más que una vez, y que ya grande había encontrado el mencionado diario y leyéndolo volvió a ser niña. He ahí la dicha. He ahí el afán de mi sobrina de guardar con tesón y bajo llave aquella cualidad que la acerca a la perfección de la humanidad: su niñez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario