Aprendiendo a volar

Ella era un ave, y como la mayoría de ellas, quería volar por los aires

todos en la vida la habían tratado mal, se burlaban de ella y le arrojaban piedras

hasta que un día encontró a un hombre que la trató bien y que curó sus heridas

que desde el momento en que la vio supo que estaban destinados a quedarse juntos

aunque ella en el fondo aun ansiaba en irse por los aires, ser libre y volar.

Por más que lo  intentaba no conseguía despegar sus patas del suelo,

pues sus piernas eran gruesas de tanto andar

y tenía constantemente las garras clavadas al piso por miedo a caer.

Él nunca intentó enseñarle a volar, pues no sabía como hacerlo

pero le enseñó a andar sin miedo y a encontrar el equilibrio.

Miles de aventuras y momentos muy felices pasaron juntos

el ave iba creciendo, creciendo, y aprendiendo que no todos en el mundo eran malos, 

a tener confianza en los seres humanos, pero también mucho cuidado

y así el ave poco a poco estaba lista para decir adiós.

Su amo siempre la querría y si él hubiera sido un egoísta más hubiera permanecido con ella a su lado por siempre pero el destino de ella era irse y ser libre, conocer más del mundo y seguir su propio camino.

Aunque él estaba seguro de que ella no lo entendería, que el cariño y la confianza ciega puestas en él serían difíciles de derribar, así que un buen día, le estrechó las alas como siempre y procedió a cortárselas.

El ave muy triste se puso no entendiendo porque alguien que la quería tanto le hacía semejante daño.

Él nada dijo acerca de esto, solo le dijo que era el momento de despedirse y que ella tenía que irse.

Ella no entendía porqué le hacía esto, porqué se deshacía de ella, se preguntaba si había dejado de quererla, se cuestionaba si es que había echo algo malo o si no era suficiente para que él la siga amando, pero él solo le respondía que luego lo entendería, así que luego de decirle que nunca la olvidaría y que siempre la amaría, se fue.

Esa noche llovió, y ella, casi llegó a sentirse como la noche anterior a conocerlo pero había sido feliz por tanto tiempo que no se dejó vencer y siguió su camino, haciendo planes futuros de que haría en adelante.

Ya sin un dueño de por medio, tomó la decisión de migrar al sur, en una tierra menos hostil y donde ella creía que sería feliz. ¿Pero cómo lograrlo sin las alas suficientemente fuertes para emprender el vuelo? Lo intentó una vez más y se dio cuenta que esta vez era más fácil despegarse del suelo, así una, y otra, y otra vez, hasta que al fin lo logró. Ella se sintió realizada, no pudiendo explicar como lo había logrado sin tanto esfuerzo.

Y en ese momento lo supo.

"Luego lo entenderás"-le había dicho su dueño.

De esa manera comprendió que él solo le había facilitado las cosas, que no le había cortado las alas, sólo había mejorado su plumaje para que este fuera más aerodinámico. Lo comprendió y explotó de felicidad, pues había logrado el propósito de su vida. Pero antes de irse, debía volver con él y agradecerle por tan grande gesto. Y así voló en dirección a casa, donde él la vio y sonrió. Ella se posó en su hombro como siempre lo solía hacer y le dio las gracias, rozó su ala con su mejilla y depositó su cabeza en su oreja, para luego emprender el vuelo e irse. Mientras la libre criatura surcaba el suelo, él le gritaba desde la tierra: "Nunca te olvidaré", y en su corazón ella sabía que tampoco lo haría.