Ciclo

Ayer escogí la otra vía para regresar de Tls a mi cuarto. El camino del pavimento frío y solitario. Quizá algo peligroso, al costado de la compañía de luz. Y caminé mientras miraba como las enredaderas habían trepado por las paredes coloreándolas de verde. Y seguí caminando hasta que el peso de mi cabeza me tiró la mirada al suelo. Una flor, o un capullo de ella. En buen estado, intacta, de color naranja melón. La recogí y la traje a casa.

La flor como un fruto, provino de la tierra, de una semilla, y crece hacia lo alto hasta que cae volviendo a sus orígenes. Pensé que lo que la madre tierra nos ofrece debe ser devuelto a ella de alguna manera. Y hoy haremos pachamanca. Coloqué la flor como ofrenda a Kwan Yin, mi diosa favorita, porque en fin, esa flor no me pertenecía. Hoy desperté, y después de hacer algo de yoga y ver una película, me senté al costado de la ventana. Algo grande y colorido resaltaba del siempre monótono color del ambiente limeño. La flor había abierto y se veía (se ve aún) hermosa.